12 | 01 | 2023 _ por Jorge Cortés
Es la madrugada del viernes 6 de enero cuando los seguidores de las redes sociales de José Tomás Molina comienzan a recibir notificaciones de un estreno. De un nuevo estreno. “¿Otro más tan pronto?”, “Debe ser un disco de remixes de sus lanzamientos 2022”, “no creo que sea nuevo, nadie compone material tan rápido”. Esos son algunos de los supuestos pensamientos de sus seguidores en el imaginario de quien escribe esta columna. Sí, es un material nuevo. No, no es un disco de remixes. Al parecer sí hay alguien que compone rápido, pero no sólo rápido, sino que también lo hace con naturalidad, así como los simples mortales intercambian gases en sus pulmones, José Tomás Molina intercambia y transmuta lo sublime en sonidos que el oyente puede entender como música.
José Tomás Molina entra nuevamente en la fineza de la música incidental, esta vez para componer la banda sonora de MORPHO, una obra del coreógrafo chileno Joel Inzunza Leal quien lidera un proceso creativo en torno a las perspectivas de género que busca abolir los límites de la forma. En ese contexto, Molina crea seis tracks carentes de estructura popular pero que derrochan sentir y que invitan al oyente a deambular por paisajes cargados de atmósferas, cuerdas frotadas y pianos con tinte minimalista, todo esto mezclándose lentamente como cuando óleos de distintos colores entran al agua y comienzan a teñir, combinar, manchar y pintar todo.
Cada una de las pistas creadas para MORPHO son esponjas de distintos sentires que habitan la mente y alma de entidades incomprendidas que transitan en un mundo que se esfuerza en delimitar fronteras dentro de un rango de aceptabilidad gobernado por la cínica moral del siglo XXI. Todo este discurso es sentido desde que comienza a sonar el dramatismo cronológico de "Opacidades", cuyo pulso se siente como un atropello casi acosador, aun así, se siente una belleza extraña que recoge la sensibilidad del que habita la problemática. Tiene cierto aire a Steve Reich o John Adams, pero se queda sólo en una mínima influencia que trasciende gracias a un desarrollo armónico que hace crecer la adictiva tensión. El segundo track le da el nombre a la obra, "MORPHO", una hermosa composición lúdica que irradia calma pero que no se esfuerza en abandonar el sentir dramático del contexto. A continuación, aparece "Mar Negro" una red de trinos nadando en un mar de espejismos sonoros donde el compositor se viste de capitán en un velero que navega sobre armonías suaves pero densas en carga emotiva, donde la nostalgia evocativa llega incluso a ser deliciosamente violenta a la hora de la primera escucha. El cuarto trackes "Concordia" que sigue el estilo de "MORPHO", solo que esta vez el piano se viste de filtro en sepia para arrojar al oyente a una maraña de recuerdos camuflados en capas y capas de lo cotidiano, donde se anida algo más fuerte que las efímeras emociones. "Bruma", que aparece como el penúltimo episodio de esta banda sonora, aporta elementos vocales que se diluyen sutilmente en la mezcla general, aportando un timbre acertadamente fantasmagórico y cálido, donde hay espacio para la introspección y la contemplación interna.
Finalmente, pero no menos importante, "Miscelio" cierra este notable trabajo de José Tomás Molina regalando los arreglos de cuerdas más distintivos de toda la obra. Es un baile entre cuerdas frotadas cuya mensuración escapa a las lógicas humanas de movimiento, aun así, es bellísimo como el juego de instrumentos se transforma en una elegía que nada puede interrumpir. Un cierre brillante para otro gran trabajo de uno de los compositores más versátiles del territorio nacional. Una obra que exporta su memoria a los oyentes trasmitiendo un mensaje incómodo pero necesario. Lo que crece dentro de ese mensaje, ese latido, es parecido a una crisálida pulsante de dos polos que alberga una transformación ávida por exteriorizar su morfosis, pero que se observa a si misma contemplativamente, casi dudosa, llegado el momento de hacerlo.
Quizás no exista nada más real que la carencia de forma a la hora de expresar discursos emotivos sonoros como todos los que plantea esta obra, un verdadero golpe de realidad que pide a gritos ver que aún queda mucho trabajo por hacer en perspectiva de género, aceptación, pero por sobre todo en empatía.