04 | 10 | 2022 por Jorge Cortés
Archivo LeRock busca desempolvar esas joyas que han resistido el paso del tiempo. Lejos de las novedades, rescatamos desde nuestros archivos personales discos clave que alguna vez sonaron -no tan fuerte- y les damos una nueva escucha.
El año 2009 fue un excelente año para el math rock sensible. Es que ese año se comenzaron a abrir algunos barriles de buena música añejada en cintas magnéticas vintages, cuya cosecha fue sembrada en 1999, diez años antes, por American Football, una banda que aportó un ensamble de emociones al género que entregaron en herencia. Algunos de los herederos tomaron ese testimonio e intentaron seguir corriendo una carrera con más obstáculos que terrenos llanos. Dentro de toda esa dificultad sale a la luz el disco debut Bones in the soil, rust in the Oil de la banda californiana Pretend, una agrupación que fue capaz de amalgamar distintos elementos de géneros a ratos distintos, pero que dentro de la interpretación del conjunto cuajaron armónicamente, generando un disco difícil de olvidar para las personas que lo escuchan en su totalidad.
Jugando sutilmente al juego de tagear los estilos, dentro de la producción es posible encontrar influencias como el post rock, el math rock melódico, algo de emo noventero e incluso, hilando fino, algunas ensoñaciones jazzeras por parte de la batería. Todos estos estilos son perfectamente bien conjugados por la mano del cuarteto que sabe bien como ocupar esa sinergia para admirar el resultado final.
El disco está compuesto por diez emotivos eventos que integran una producción de casi una hora y cuarto, tiempo en el cual la banda demuestra un abrumador potencial para construir melodías poderosas que crecen en intensidad sin necesidad de usar distorsiones de alta ganancia. Los ritmos del disco varían entre lo vertiginoso y la mensuración de lo que, a simple escucha, puede parecer errático. Es bueno hacerse la imagen auditiva de un baterista de jazz tocando en una banda post rock. ¿Raro? Puede ser. ¿Atractivo? Sin duda alguna. La voz es otro elemento digno de destacar ya que es una de las pocas bandas en donde el vocalista pareciera no querer ser el protagonista de la acción. Da la sensación de que, si el disco fuera una obra de teatro, el vocalista estaría disfrazado de arbolito en el rincón más apartado de las tablas. Eso no quiere decir que no sea importante, lo es, es el timbre perfecto para la banda, una voz tenue, amable, susurrante, pero que al interiorizar su discurso, el volumen emocional interno puede crecer de tal manera que logra doblegar los ejércitos de frialdad de cualquier persona inexpresiva.
Es imposible hacer el ejercicio de quedarse sólo con una canción de este disco. Sin embargo, las pocas y lacónicas reseñas que hay de la producción tienen en común en decir que el clímax del disco se produce entre los tracks tres y ocho. Aun así, plantearlo de esa forma es injusto, aunque quizás estadísticamente lógico. De todas formas, es justo estar de acuerdo en que hay una preciosa trinidad de canciones que llevan el disco a lo más alto. Es el caso de "Guided Spirits/Gilded souls", una canción tranquila con una voz suave, delicada y expresiva, que lleva el relato de la mano de una guitarra haciendo intervalos en pulsos semi cortos, como un respirar entrecortado. Cuando todo está tranquilo, exactamente en el minuto, aparece una de las baterías más bellas y extrañas que puede haberse compuesto en un disco de este estilo. Es casi un redoble sacado de un solo de jazz mientras las voces somnolientas cantan “we are all just faces in mistery”. Es inevitable que en algún punto de esta canción no se haga un nudo en la garganta con la forma que tiene la banda de tratar el frenesí de intensidades, moviéndose entre un torbellino de emociones hasta convertirse en una nostálgica canción de cuna compuesta para adultos insomnes por aquello que llaman realidad. El final de esta canción esta tonalmente linkeado con la siguiente, "Those Luminous noises are God", un cambio radical en el relato temporal respecto a la velocidad de la obra, pero se mantiene el manejo de la intensidad mediante delays con feedback.
Si hay algo que hay que destacar es el dialogo de ambas guitarras que pintan color en sonido dejando un terreno llano dónde la voz puede reposar. El timbre de un metalófono deja caer notas como si estuviera nevando pétalos en primavera, un pequeño espacio que suma compañía al dialogo de los integrantes antes de elevarse en el vertiginoso motivo que marca un casi cierre cuando todo queda en silencio excepto una guitarra que bailotea un arpegio. Para completar esa trinidad del clímax aparece "Legs to walk us, to drop us". Una canción que abre la gran explanada sonora de la banda con un arpegio complementando ambas guitarras, casi como si fuera un rocío primaveral que adelanta un temporal sureño. Tanto el bajo como la batería potencian el ímpetu de una canción perfecta para escuchar en movimiento, en descenso, quizás arrojándose en una tabla por una cuesta rogando que ojalá las ruedas que acompañen al oyente puedan acelerar más, al punto de alcanzar el pulso de la canción.
Llama gratamente la atención que en todo el disco la banda no tiene inconvenientes en agregar pequeños detalles rítmicos y melódicos encapsulados en pequeños compases, como si existiera un acuerdo tácito para que, en algunos tiempos del compás, la banda se diera permiso para hacer un chipe libre. Adorna demasiado bien. El mejor ejemplo de esto es como elegir una paleta de colores y luego salpicar con una brocha un bastidor blanco, dónde caiga da casi lo mismo, son las ventajas de darle espacio al azar y al rubato bajo ciertas limitaciones.
Bones in the soil, rust in the oil es un disco que debe estar en la estantería de toda persona que se declare acolita del género. Una producción malditamente subvalorada por una industria que de vez en cuando quiere mensurar absolutamente todo. ¿Será acaso que nuestras emociones están solo en 4/4?, ¿Será acaso que sentimos sólo con una tonalidad? Es imposible que la industria pretenda ser novedosa dejando todo a la uniformidad... O quizás la industria no quiera ser novedosa. Es necesario tener variantes, hermosas y extrañas, es necesario darle cobijo y ayudarlas a surgir, es necesario no olvidarlas, es imperativo que el lector de esta columna conozca a esta banda.