15 | 03 | 2023 _ por Jorge Cortés
El quinteto londinense presenta su tercer larga duración, "Food for Worms", una excelente producción postpunk que no presenta inconvenientes en tomar prestados elementos del glamrock y el brit rock más noventero.
Marzo no llegó solo, leyendo entre líneas y buscando el lado positivo de los retos de un mes ajetreado, es que nos encontramos con el factor tiempo. ¿Para qué? Para escuchar discos nuevos durante los largos trayectos. Lo siguiente es de esas recomendaciones para evadirse de la realidad al menos por unas diez canciones compuestas en el sur de Londres, ya que la banda británica Shame lanzó su tercer disco llamado "Food for worms", una bocanada de aire fresco con aroma a post punk y energía compatible con todo tipo de persona amante de la emulación del desorden.
"Food for Woms" tiene una vibra positiva en su telar creativo, a veces rápido, otras veces a pulso más cansino, siempre mantiene un aliento enérgico que permite escuchar el disco de principio a fin sin saltarse ninguna pista. En general cuenta con todos los elementos que caracterizan al género, en especial sus líneas liricas que llaman la atención debido a que su vocalista tiene un estilo de canto que se asemeja más a hablar afinado que a cantar, algo que junta y pega bien con las guitarras medianamente distorsionadas y los ritmos apresurados que la banda de vez en cuando construye.
Su primer track, Fingers of Steel es el que la banda ofreció para promocionar el lanzamiento acompañándolo de un video que ironiza con la vida que algunos artistas llevan en el presente para poder “triunfar” en la industria de la música. Un interesante video basado en el abuso de la cultura del like, el autolike y las granjas de bots para así tratar de romper el algoritmo de las RRSS y ser plásticamente exitoso.
Sorprende los estilos que Shame combina en este último disco dónde aparecen canciones como Six Pack que con su torbellino rápido de wha-wha hace un guiño al rock más funketa que en algún momento hicieron los RHCP. Lo destacable es que aparece un elemento estructural que será utilizado a lo largo del disco: los excelsos puentes de transición trans estilistica para conectar secciones alejadas, aparentemente, del recorrido de la canción pero que dentro del contexto de la misma encuentran un lugar dónde cuajar.
La banda también logra lucirse en el manejo de los cambios de velocidad e intensidad en canciones como Yankees y Alibis, que exponen un argumento especial a la hora de acompañar un buen viaje en la locomoción pública. Haga la prueba si quiere. Por supuesto, el manual dice que el disco debe tener al menos una canción cuyo pulso sea en promedio menor que el resto, son canciones de descanso, pequeños respiros para descansar oídos que en este caso se cumplen medianamente en Adderall, un track que recuerda a las canciones más lentas de Pavement pero que cuyo recuerdo queda en solo una ilusión a la hora de escuchar los gritos del frontman en los últimos compases.
Probablemente entre Orchid y The fall of Paul esté el punto más alto del disco, ese que deja al oyente en modo bucle. Y es que en ambos temas se despachan por lejos las guitarras que no escatiman en frenesí, como si el guitarrista entrara en modo berserk y pintara con viseras cada nota interpretada. Misma sensación es compartida por el resto de la banda que se unen cantando en algunas secciones de estribillo como si se elevara una plegaria al dios del algoritmo en RRSS que parece que nunca escucha, pero el esfuerzo dejará a varios oyentes con las orejas sudadas de tanto escuchar.
Tampoco puede faltar una canción que sea conducida por la línea del bajo, dándole una característica de punkgaraje con cada acelerada en los ritmos con intima complicidad de la batería, esto es lo que propone Burning by design.
Shame también encuentra un espacio para apuestas armónicas fuera del rango de las progresiones comunes como en Different person, un gran ejemplo de ello que con acordes cargados de tensión y la mejor línea de bajo de todo el disco, apuesta a la curiosa transgresión que aun así es entretenida de escuchar. Es como si la canción ramificara ideas inacabadas que encuentran un sentido común en la columna contextual del comienzo del track y de esta forma la convierten probablemente en la canción que más arriesga artísticamente.
Para finalizar aparece el himno All the people, una canción que recuerda que, pese a que la banda firmó por un sello estadounidense, mantiene sus raíces nostálgicas británicas. Una canción al límite de la estética vocal, dónde aparecen armonías e intervalos poco utilizados en la cultura pop y que pueden sonar disonantes a la primera escucha, pero que al acostumbrarse recuerda a todas las juntas fogateras en las que más de alguno a participado y en dónde al cobijo de una guitarra se armaba el canto, daba igual si había algún desafinado ya que se apelaba al fenómeno de la “afinación grupal tipo barra de estadio”, lo importante era dejar el estómago en ello, además, ¡esto es post punk! La canción perfecta para cerrar el disco.
"Food for Worms" es un disco redondo que dejará más que conformes a los amantes del estilo, enganchará a sus oyentes más nuevos y provocará curiosidad en más de algún outsider de la música popular gracias al sutil trabajo que conjuga con otros estilos influyentes y que los más nostálgicos sabrán valorar enormemente. Uno de los primeros favoritos del año que ojalá logre posicionarse en las listas de lo mejor del 2023.