10 | 05 | 2023 _ por Jorge Cortés
La banda valdiviana Peregrino estrena su primer larga duración cargado de psicodelia, stoner y ensoñaciones sureñas para escuchar a volumen alto.
Mayo ha sido un buen mes para la música valdiviana, con al menos tres artistas de la ciudad que han lanzado sus producciones durante el último tiempo. Dentro de ese contexto, Peregrino publicó "Bongobonzoo", su primer LP bajo la etiqueta de Hiss Records y que contó con la producción, grabación y mezcla a cargo de Jurel Sónico (Adelaida) y masterizado por Jack Endino en Seattle. Con todas estas credenciales se generaron muchas expectativas a la espera de su lanzamiento, expectativas con las que la banda sabe lidiar subiendo el volumen a sus amplificadores.
"Bongobonzoo" es un disco que reparte sus 42 minutos en once tracks donde se pueden encontrar canciones que son una amalgama sustancial entre la potencia del stoner, el carácter del grunge y la volatilidad de un shoegaze pasado de revoluciones. Esta mezcla difícil de describir se hace increíblemente fácil de escuchar debido a la buena selección del orden de canciones y por supuesto a la habilidad de la banda para concebir sus composiciones.
La primera parte del disco deja claro de qué trata la producción, una bofetada que hay que escuchar a volumen poco sano sin ningún temor y que destapa canciones como Viento fresco que revelan la voz de su vocalista como un timbre que tiene peso para sostener liricas de mucha carga psicodélica con la experiencia de un viaje interno. También aparece la canción que nombra el disco, Bongobonzoo, un tema más rápido que el promedio y que gracias a su bajo monotonal genera la sensación de estar ante una melodía para construir un mantra. El disco deja espacio para la calma con sus dos canciones siguientes, Descalzo y Alba, ambas con ese toque para un roadtrip transgalactico directo al rincón más relajado de la mente del auditor. Montaña y Amanece aportan ese zamarreo fuzzero necesario para despertar de la calma. Esta última recuerda en algo a la mejor época de los Smashing Pumpkins, esa época cuando Corgan aún usaba peineta.
A continuación aparece Rio, una canción en donde Peregrino demuestra que sabe manejar las fortalezas de las dinámicas para darle más protagonismo a la voz que desemboca en Gradual, una pieza rápida con armonías vocales que ya se establecen como un fino rasgo identitario de la banda. En la última parte del disco aparece Free fall to flip, canción donde la banda construye paisajes atmosféricos con calma y textura espacial, probablemente sea la canción más reflexiva del disco y que permite tomar aire al auditor para prepararlo para las últimas dos canciones, Vuelvo y Vendaval. Ambas son manuales de cómo cerrar un disco de variadas influencias, sus transiciones y cortes rítmicos dotan de una adrenalina riquísima para el cierre sin perder la característica de aquel bajo que se estaciona en notas largamente pero que no resulta aburrido en lo más mínimo, sino que es aquel radier donde las melodías vocales y guitarrísticas pueden construir pasajes inolvidables y aflorar con la ruda belleza del estilo.
"Bongobonzoo" es un disco que sabe manejar perfectamente sus credenciales multi estilísticas y pesadas gracias a la habilidad de sus intérpretes y de su productor. Un golpe rotundo de rock valdiviano puro, directo al canal auditivo del auditor que de seguro se pondrá hielo en las orejas después de escucharlo, pero que sin duda lo volverá a escuchar una y otra vez con la constancia descarada de un adicto.