17 | 05 | 2021 _ por Jorge Cortés
El colectivo noruego arremete con un disco que contiene complejas pero agradables texturas que ayudan a trasladar al oyente al espacio lúdico imaginario de la banda.
En un par de años Jaga Jazzist cumple su trigésimo aniversario y se sigue sintiendo tan fresca como en sus inicios. El afán de experimentar es el mejor antioxidante para cualquier músico, haciendo que su música se vuelva joven y quizás esta sea la razón por la cual la banda cuente con auditores de un grupo etario bastante amplio que comprende al menos los primeros 60 años de la pubertad.
En el disco participaron un total de nueve músicos que ayudan a esta construcción sonora piramidal agregando textura, ritmo, color, ambiente y contorno a cada composición en la producción. Aún así pese a que está divida en cuatro tracks, la obra general se siente como un todo, como si tras ella hubiera un macro concepto invisible que uniese todo. Es mejor pensarlo como su compositor principal Lars Horntveth: “Es como una pequeña sinfonía de cuatro movimientos”.
El primer bloque de la pirámide es Tomita. Una apertura etérea, suave y con un ritmo que crece en el desarrollo de la pista. Todo el conjunto genera una atmosfera envolvente que se percibe como un vapor entrando a los pulmones, llegando a cada fibra del oyente. El título del tema es una clara alusión a Isao Tomita, compositor japonés que complementaba piezas orquestales con sintetizadores. En varias secciones de este primer bloque se pueden encontrar detalles sonoros influenciados por oriente, como la escala oriental mayor que suena en un comienzo en una de las capas de sonidos de todas esa atmosfera o, como los slides de guitarra que aparecen a lo largo del tema y que recuerdan a las texturas melódicas del clásico violín Erhu ocupado en la música tradicional del continente oriental.
Es el track más largo del disco, dura casi 14 minutos y en el conviven maravillosas líneas melódicas de saxo y sonidos de pads sintetizados que suenan a un acid jazz muy suave. En los primeros tres minutos la banda construye los pilares de parte de la progresión que sustentará la armonía durante todo el track. No hay instrumentos de percusión o de beat, al menos hasta pasado los tres minutos y medio. La batería se anuncia sutilmente y entra con un ritmo que genera sensaciones quinésicas, de mucho movimiento, pero no algo que genere mareo. Un ritmo que permite disfrutar los elementos que van nutriendo el tema. Las secciones de bronces, tanto orgánicos como sintéticos, se llevan el protagonismo de la conducción melódica siendo el saxo el principal líder. Luego del minuto número diez, los bronces ceden el protagonismo a los sintes que conducen la maquinaria jazzera en la vía más vertiginosa del recorrido hasta llevarlo al final de la estación
El segundo bloque del disco lleva por nombre Spiral Era. La pista comienza con una batería haciendo un ritmo simple pero muy adictivo, entre saltado y bailoteado es lo más parecido a una cocaína sonora que cuando ya tiene al oyente embobado, lo entrega a los brazos de una armonía cambiante de aires enigmáticos que escuchándola una y otra vez genera necesidad.
Desde el punto de vista armónico, la composición avanza pasando por grados de distintas tonalidades sin preparar el salto modulatorio, parece más como si el compositor hiciera constantes cambios en tiempo real de armonía y melodía, manteniendo la misma distancia entre tonos y grados, lo cual mueve el piso armónico drásticamente pero no violentamente. De hechos, es bastante agradable de escuchar. Se puede decir que esto es una modulación por transposición directa en tiempo real. Interesante pista que puede ser sujeto de análisis musical en cualquier clase de los institutos de renombre.
The Shrine es un track dedicado al músico nigeriano Fela Kuti. Es una pista gemela a Tomita, se siente parecido, casi tienen una misma estructura pero difieren en los elementos sonoros rítmicos. Al comienzo, The shrine también produce una atmosfera sonora muy suave, sin tanto elemento de percusión. Una vez que estos aparecen, se cargan a los graves de la batería y da la impresión de querer provocar ensoñaciones de percusión sub tropical. Veinte segundos antes del minuto tres de la pista, la sección rítmica comienza agregar diferentes tipos de percusión, desde palmas a claves sintetizadas que se sienten como golpe de bambú. En este mismo pasaje entran los bronces y se llevan los aplausos ya que resaltan por sobre todo ideando una melodía de fácil recuerdo que será difícil no notarla o tararearla. El final es de corte preciso, un cuchillazo perfecto para un final que no necesita preparación y que termina a la voluntad de los músicos. La composición en general se siente como el fruto de amor de un fin de semana romántico entre Tortoise y Snarky puppy.
El último apéndice de la obra total es Apex, un bloque diferenciador entre los otros tres, que si bien conjuga algunas dinámicas, texturas y atmosferas de los otros tres, corre sin compañía por un camino nuevo en donde pueda sentirse distinto. En términos de género quizás se acerque más al sinthrock que al jazz experimental. Al comienzo los arpegiadores son los generadores del sentido rítmico del tema, la batería puede ir marcando un pulso de acompañamiento sin quitar protagonismo. En cuanto a la armonía, hasta los dos minutos y medio, el tema es gobernado solo por dos acordes. Luego de ese tiempo ocurre una modulación a otra grado que marca un antes y después en la pista. En cuanto al ritmo este es el track que más arriesga de todo el disco, resaltando por sobre todo la sección que comienza en el minuto 3.55. Aquí ocurre un interesante juego de compases en lo que se refiere a cifra indicadora, ya que el tema deja el 4/4 y apuesta por una célula rítmica con tintes progresivos de dos compases. El primero de 9/8 y el segundo de 7/8. Los sintes acompañan toda la sección ayudando a agilizar el movimiento y regalando una sección para cabecear. Luego esta célula cambia mediante un desplazamiento métrico que se puede contar como compás cuaternario, sin embargo, desde el punto de los sintes, los compases se amalgaman quedando en un 9+7 con ambos dígitos a la corchea. Estas interpretaciones pueden ser perfectamente el tema central de una tertulia de bateristas, cada uno teniendo su propia visión y explicación de la sección.
Un disco que atrapa desde el primer segundo y que plasma un concepto al cual le es fiel del comienzo al final. Un manifiesto de experimentación orgánica y sintética que fue grabado tan solo en dos semanas pero que al menos dará que hablar por la siguientes dos décadas.