04 | 04 | 2021 _ por Jorge Cortés
Un mensaje críptico y radical sobre despertar de la abúlica comodidad de un sistema que tiene al mundo podrido; un mensaje esperanzador sobre el derecho a dormir en la paz merecida; una bengala que ilumina pero que también duele mirar: este es el nuevo disco de GY!BE.
La mañana del 27 de marzo todos los fans de la negrura postrockera se despertaron ilusionados ante la idea de que tendrían acceso al nuevo material de los canadienses Godspeed You! Black Emperor. El antiHype orquestado por la banda daba sus frutos luego de que en febrero anunciaran un nuevo disco, los nombres de los tracks que lo componían y un manifiesto que muchos comenzaron a predicar como si fueran los profetas de la Sexta Iglesia del Anticristo Punky.
Aquél 27 de marzo, en la tarde más noche que tarde -dependiendo, obviamente, de la zona horaria-, el colectivo presentó visualmente su nuevo material como banda sonora de una pseudo película/documental/rockumental/roadtripmovie que llevaba el mismo nombre que su material. Así es como más de diez mil personas disfrutaron de G_d´s pee AT THE STATE´S END! vía streaming.
En el disco, la banda se explaya ampliamente sobre lo que ya tiene una maestría: generar paisajes musicales que avivan una película sobre aquel cataclismo contemporáneo llamado neoliberalismo. La banda lleva toda su carrera siendo consecuente a su mirada crítica de todas las formas del capitalismo, consecuencia que no tiene nada que envidiar a las bandas de punk antifascistas más tradicionales.
Como ya es costumbre, el disco se divide en cuatro movimientos. Cada movimiento tiene distintas “escenas” que se enlazan para contar la historia dentro de la cabeza de sus creadores. El primero de estos es A Military Alphabet (five eyes all blind) (4521.0kHz 6730.0kHz 4109.09kHz) / Job’s Lament / First of the Last Glaciers / where we break how we shine (ROCKETS FOR MARY). Los seis minutos iniciales hacen de obertura, y está construido a través de unas melodiosas frecuencias militares con tintes algo menos oscuros a los que nos habitúa el conjunto originario de Montreal. Sin sonar totalmente alegre, es posible percibir cierta gentileza, una cálida bienvenida como si estuviéramos ad portas de visualizar un documental del fin del mundo.
El riff que abre la melodía principal de este movimiento es simple y efectivo: logra que los auditores lo acaben silbando o tarareando al final del día. Se trata de un leit motiv que se eleva como una plegaria musical satírica en el nombre de Job. Y bueno, así es como se titula este segmento que alude, como ya es tradicional, a un personaje bíblico ¿Por qué el lamento de Job? ¿Quién es Job? Job es el desdichado protagonista del libro titulado con su nombre en el Antiguo Testamento, cuya vida fue la apuesta central entre el Pulento y el Coludo. Esta simpática triada orquesta perfectamente el momento en que fue compuesta: unos Estados Unidos convulsionados por elecciones en medio de la pandemia. Aunque es imposible afirmarlo -debido al ostracismo del conjunto a explicar lo inexplicable-, es muy probable que Job sea una alegoría del pueblo norteamericano aceptando todas sus calamidades como un designio de Dios y rechazando todo aquello que venga del diablo.
Acabados los lamentos, viene la estática: Fire at Static Valley, el segundo movimiento, nos regresa a la atmósfera sonora y reflexiva mucho más convencional de los canadienses. Se trata de una nebulosa con todas sus letras, cómo si la bocanada de mil chimeneas se mezclara con el grito del oxígeno luego de una gran inmersión en el mar de la existencia. Las cuerdas frotadas con vibrato al final suenan como si fueran sacadas del pasaje más tétrico de la Trenodia para las víctimas de la Hiroshima, de Penderecki. La música se escucha en la piel y cuando llega al alma la piel se pone de gallina. Prendan fuego al valle, que vienen los jinetes.
“GOVERNMENT CAME” (9980.0kHz 3617.1kHz 4521.0 kHz) / Cliffs Gaze / cliffs’ gaze at empty waters’ rise / ASHES TO SEA or NEARER TO THEE es el tercer movimiento y comienza con un bajo que impone su presencia a través de casi toda la pieza. Sombrío y prepotente, no es para menos pues su primera sección es una alusión directa al o los gobiernos del mundo. La batería presenta una ráfaga de trazadoras disparadas a cielo raso mientras la guitarra regala un segundo leit motiv bastante “silbable”. Dentro de ese envidiable imaginario tan crítico y borrascoso, que no es más que un fiel reflejo de parte de la realidad, se escucha un lamento conducido por un cortejo fúnebre de cuerdas que empujan al tema a un ciclón vertiginoso, acelerando el pulso cada vez más. En la última escena, vuelve a sonar una melodía más esperanzadora con un sonido similar al primer movimiento. Nos cuentan la historia de una muerte lenta y una ascensión a algún lugar mejor, donde nuestras cenizas conversan con el océano.
Finalmente, el último movimiento, titulado Our Side has to win (for D.H), el cual tiene la labor de bajar el telón, es un positivo y emocionante mensaje acerca de trascender y resistir lo que sea que inspiró las atmósferas más oscuras anteriores. Un equinoccio luego del invierno… o infierno.
La pieza es una progresión casi barroca que se asoma pausadamente al oído del auditor más consciente, capaz de idear un imaginario que complemente la fantasía de este disco que cierra a pulso menguante, lejos de la inquieta e insoslayable verdad que lo inspiró. Después de todo, está en el ADN de la banda aquella crítica terrible a la sociedad y al sistema; una crítica que desemboca en manifiestos musicales que solo ellos son capaces de hacer y que mantiene a la banda con la misma fuerza e integridad de sus orígenes. Algún escéptico se preguntará "si todo es tan negativo, ¿no es más sencillo rendirse?" Y Godspeed You! Black Emperor parece tener la habilidad de responder sin soltar ni una sola letra en su amplia carrera. Al final, positivo o pesimista, honesto o irónico, sarcástico o directo, cínico o leal, la única opción es imperativa: seguir haciendo música. ¿Por qué? Porque nuestro lado tiene que ganar.