30 | 08 | 2021 _ por Mika Martini
Pongo play y parte misterioso el recorrido, dando una vista general del paisaje que nos acompañará, probablemente. Resonantes golpes metálicos, percusiones que van y vienen, melodías. Luego tomamos vuelo; al parecer vamos en un avión pues los destinos llegan rápido, múltiples estaciones se suceden. Bajamos a tierra y nos subimos a un tren bala. Una sucesión de ambientes sonoros, capas, instrumentaciones y arreglos. Y es Casi Marzo, recién el primer track de Topografías, de Claudio Iglesias. Sí, es difícil darse cuenta en qué momento estábamos en marzo del 2020 y cómo ya ha pasado más de un año desde el estallido y el comienzo de la pandemia. Hay una complejidad en la percepción mental del tiempo-espacio que ha aumentado-disminuido y, como el mundo, lo que nos rodea se ha convertido en una ameba difusa, cambiante, que se expande y se contrae, como el track Colab, lleno de ruidos, gestos, detalles que nos piden atención, nos reclaman atención.
Pausa. Un valle, un momento de contemplación en Territorio, una parada en lo conocido, progresiones, pero no hay tiempo que perder: el tiempo avanza con Base y Melodía de Algo. La velocidad nos impulsa a romper la inercia; ascendemos las colinas, se abren los atardeceres. Cae la noche y las estrellas rompen la monotonía del espacio obscuro, como en Nudos, donde la voz de Iglesias nos indica que hay sangre dentro de esos cables de patcheo y no todo es el vibrar de electrones. Hay también Conversaciones, diálogos entre el azar y la historia ya vivida; es decir, sabemos que cuando amanezca estaremos en un lugar, pero no sabemos exactamente en cual. Tal vez no importe. Quizás sea la sala de conciertos de un conspicuo teatro, porque resuenan las notas de un piano acústico, pero quizás ese piano sea solo una ilusión producto de la domesticación de nuestros sentidos por los algoritmos virtuales, entonces todo se hace más confuso en Sombras Pendientes, pero conocido a la vez, dejándose percibir algún aroma al Rey Escarlata. De la mano de la sinuosidad de las frecuencias del bajo, el camino empieza a formalizar su fin, a dejarnos vislumbrar el sentido del viaje.
Porque somos retazos de algo que se destruyó, trozos de grafito en el techo de Chernóbil, radiaciones electromagnéticas expulsadas al espacio, impulsadas hacia el infinito, Pedazos Caminando a Octubre, una fractura, una falla, un paisaje fallido, un espacio vacío, más bien un espacio vaciado, saqueado, desolado, asolado, tironeado, re-soldado, re-constituido. Desde los metales resonantes de las cacerolas a los gritos ciegos de los que perdieron los ojos por habitar este territorio abrupto, desquiciado, las vibraciones de esta composición final nos recordarán que no podemos dejar de escuchar el grito apagado de los que aún abrazan la esperanza y, entre ellos, de los que hacen del sonido y del arte musical su barricada y su bandera de lucha.
Fin del recorrido y gracias por el viaje.